Aguante Cultura



María Enriqueta Herrero



EL CARTONERO


Por las mañanas, bien temprano, pasaba por las calles del humilde barrio el viejo cartonero. Era una figura familiar para todos.
-Don Martín, espere, no pase de largo. Hoy tengo muchas cajas para usted.
Parando su destartalado carrito, él, muy ufano las recogía.
A pequeña señal, un "vamos Milonga", dócilmente, su vieja yegüita blanca, (¿blanca? ... es un decir, porque el tiempo y la tierra habían dejado su pelaje grisáceo, al igual que el de su dueño) seguía su camino tantas veces transitado, pero ahora iba a paso más lento, los años no habían pasado en vano. Dolían sus patas, pero había que seguir. Su dueño la necesitaba, la vida se había puesto cada vez más difícil y tenía que ganarse la pequeña ración de alimentos de todos los días.
La figura se fue diluyendo en la cuadra, al llegar a la esquina, Milonga sintió una fuerte puntada en su pecho, se doblaron sus patas y cayendo al suelo supo que era el fin.
martín bajó como pudo del carro volcado, tomó la cabeza del animal entre sus brazos:
- Milonga...¡Milonga! no me dejes, eres lo único que tengo...¿Qué haré sin ti?
Milonga lo miró tristemente.
¿Quién dijo que los caballos no lloran?


*****


EL TIEMPO


El tiempo todo lo destruye,
es como una espesa niebla
que va cubriendo lo vivido.
De pronto el ayer nace lejano
y el hoy comienza a diluirse
en un mañana.
Es como una risa que comienza clara,
alegre, límpida y se acaba.
Como una lágrima que rueda por la mejilla,
y se va secando lentamente.
Es lo que fue, lo que será
como un sueño en una noche
de verano.
Apenas un latido, un murmullo, lo lejano.
Las palabras que están y luego se pierden.
No importa, por un instante estarás vivo
aunque no haya un después.
Frente al misterio has quedado,
aunque no tengas respuestas.

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